Allan Kozinn
Entre los conocidos metales y cuerdas de los conciertos de música clásica, ahora surgen algunos instrumentos extraños y adaptaciones raras de otros instrumentos estándares.
Para crear la resonancia requerida para una sonata de Boulez, por ejemplo, el pianista Marc Ponthus conectó dos pianos de cola con un trozo de madera, lo que le permite usar el pedal sostenido del segundo desde su banco ante el primero.
Y el flautista y compositor Robert Dick tocó obras que compuso para una flauta equipada con una cabeza
glissando, una extensión de la boquilla que le permite al músico darle forma a las líneas melódicas de su instrumento al deslizarse de nota en nota.
El Partch Ensemble, agrupación bautizada en honor al excéntrico compositor e inventor de instrumentos Harry Partch, tocó "There Isn´t Time", una obra nueva de Victoria Bond para instrumentos que son mezclas extravagantes de materiales y diseños asiáticos y occidentales. Los instrumentos de Partch emplean sus propios sistemas de afinación con hasta 43 notas (en lugar de las 12 estándares) en una octava.
Las personas que se preocupan de que la música clásica es una cultura de museo normalmente se enfoca en el repertorio, o más específicamente, en los músicos y escuchas que prefieren el canon del siglo XIX en la música clásica. Sin embargo, el mismo impulso conservacionista que mantiene el repertorio estándar bajo los reflectores controla también a la instrumentación.
Podrían ser tolerables algunas mejoras técnicas menores, pero cualquier cosa que cambie la naturaleza, sonido, aspecto esencial de un instrumento parecerá un embate a la tradición.
Este tipo de desarrollo detenido es históricamente atípico. Después de todo, la mayor parte de la historia musical occidental, desde los tiempos medievales hasta mediados del siglo XIX, también fue un periodo de evolución casi incesante en los instrumentos. Los compositores respondían a los avances más recientes al componer obras que aprovechaban sus capacidades.
Con la introducción del pianoforte, por ejemplo, Haydn pudo componer líneas suaves y armoniosas que el clavecín apenas podía insinuar. Y las sonatas tardías de Beethoven requieren un instrumento más robusto que el que Haydn utilizó inicialmente.
Los compositores de hoy enfrentan una decisión difícil. Si quieren ser escuchados por el público tradicional de la música clásica, es decir, si quieren que sus obras sean consideradas como parte del
mainstream histórico, tienen que componer para los instrumentos del siglo XIX tocados por la mayoría de las agrupaciones.
Sin embargo, algunos compositores se han rebelado contra la tiranía de los instrumentos estándares. Partch, por ejemplo, empezó a elaborar sus propios instrumentos en 1930, e incrementó su colección de forma constante hasta finales de los sesenta. Y aunque los compositores minimalistas y posminimalistas ahora escriben copiosamente para las orquestas y los grupos de música de cámara
mainstream, varios estaban en la periferia al principio.
El núcleo del grupo de Steve Reich era la percusión, con voces, cuerdas y otros instrumentos agregados según se requería. El conjunto inicial de Philip Glass se basaba en instrumentos de viento, voces y teclados. Sin embargo, Glass, en aquella época temprana, no quería cualquier teclado: le gustaba el sonido agudo del órgano Farfisa.
Hoy en día, el grupo de Glass toca instrumentos más catos y de más alta tecnología que pueden aproximare al Farfisa, junto con sonidos innumerables que éste jamás podría producir.
Desde entonces, los compositores han dirigido conjuntos de todo tipo, y los más comunes (Victoire, de Missy Mazzoli, o algunos de los grupos dirigidos por Du yun, por ejemplo) son híbridos de la música clásica y el rock o de la música clásica y el jazz. Y algunos tienen instrumentos principales extraños. El compositor Ben Neill, por ejemplo, toca lo que llama la "matan-trompeta", una trompeta con tres campanas (en lugar de una), seis válvulas (en lugar de tres), una vara de trombón y una interfase electrónica que la puede convertir en un controlador de sintetizador.
¿Acaso es probable que alguno de estos instrumentos se vuelva estándar? En realidad, casi no importa. Sin embargo, si yo fuera a adivinar cuál de ellos podría tener un futuro, tendría que ser la flauta con cabeza
glissando de Dick. No es, después de todo, una versión completamente nueva de la flauta, sino sólo una adición que le permite a Dick, un virtuoso incluso del instrumento estándar, crear efectos que de otra forma no estarían a su alcance.
Además, me encanta la historia de fondo. Dick, aunque es un músico clásico, es un fan devoto de Jimi Hendrix. Y después de admirar durante mucho tiempo la manera en que Hendrix usaba la palanca del trémolo de la guitarra para manipular los tonos y controlar el aullido causado por el efecto
freedback de su instrumento, empezó a pensar en elaborar un equivalente para la flauta.
Ahora todo lo que Dick tiene que hacer es componer suficiente música que necesite la cabeza tapada y que los flautistas quietan tocar.
Publicado en The New York Times, septiembre 2010.
Cita: Revista Pauta, No. 122, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. INBA. México, D.F. abril-junio de 2012, pág. 79-80-